ETICA LIBERAL
Si ya resulta en muchas ocasiones difícil definir la libertad, pretender hacer una reflexión sobre la ética de la libertad puede ser complicado.
Pero recordemos los principios fundamentales del ideario liberal. Respeto a la libertad, respeto a la vida y respeto a la propiedad privada. Todo ello con la asunción de responsabilidad sobre nuestros actos.
Puede parecer poco pero sin embargo es mucho.
La ética liberal se basa en esos principios teniendo en cuenta que la libertad de las personas sólo puede verse coaccionada en la medida que tal coacción lleve aparejado el consentimiento de dicha persona. La responsabilidad de aceptar o no un estatuto legal determinado en el momento y lugar en el que se encuentre tendrá que verse enfrentado a otra característica de la libertad, que es el respeto a la ley.
No sería consecuente un liberal que no sea consecuente con el respeto a la ley. Difícilmente se pueden aceptar leyes que restrinjan de manera insoportable los principios liberales, pero es en la lucha política donde tal desacuerdo debe ser dirimido. No es por tanto admisible el recurso a la imposición por la fuerza ni de el propio ideario ni el tolerar la imposición por la fuerza de ningún otro. Por ello el uso de la fuerza sería legitimo para la defensa pero no para la imposición.
Asumiendo pues una sociedad liberal, tenemos que las relaciones de las personas se enmarcan en esa plena libertad. Por tanto cualquier tipo de relación si es consentida y acordada entre quienes la participan es éticamente válida.
De igual manera cualquier tipo de acción que las personas libres puedan realizar será éticamente valida en el momento que respete la libertad de las personas, la vida y las propiedades de aquellos que le rodeen. En el momento que alguno de esos aspectos pueda verse alterado se está legitimado para hacerle ver al infractor su acto éticamente reprobable y hacerle asumir las consecuencias. E incluso estaría legitimado el uso de la fuerza en el caso que aquel que ha cometido la falta se niegue a asumir la responsabilidad de sus actos.
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La ética liberal se basa en esos principios teniendo en cuenta que la libertad de las personas sólo puede verse coaccionada en la medida que tal coacción lleve aparejado el consentimiento de dicha persona. La responsabilidad de aceptar o no un estatuto legal determinado en el momento y lugar en el que se encuentre tendrá que verse enfrentado a otra característica de la libertad, que es el respeto a la ley.
No sería consecuente un liberal que no sea consecuente con el respeto a la ley. Difícilmente se pueden aceptar leyes que restrinjan de manera insoportable los principios liberales, pero es en la lucha política donde tal desacuerdo debe ser dirimido. No es por tanto admisible el recurso a la imposición por la fuerza ni de el propio ideario ni el tolerar la imposición por la fuerza de ningún otro. Por ello el uso de la fuerza sería legitimo para la defensa pero no para la imposición.
Asumiendo pues una sociedad liberal, tenemos que las relaciones de las personas se enmarcan en esa plena libertad. Por tanto cualquier tipo de relación si es consentida y acordada entre quienes la participan es éticamente válida.
De igual manera cualquier tipo de acción que las personas libres puedan realizar será éticamente valida en el momento que respete la libertad de las personas, la vida y las propiedades de aquellos que le rodeen. En el momento que alguno de esos aspectos pueda verse alterado se está legitimado para hacerle ver al infractor su acto éticamente reprobable y hacerle asumir las consecuencias. E incluso estaría legitimado el uso de la fuerza en el caso que aquel que ha cometido la falta se niegue a asumir la responsabilidad de sus actos.
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