PREOCUPACION CRECIENTE
Suelo hablar con gente de pensamientos e ideas muy diferentes. Es decir, que no creo que mi percepción de la realidad esté muy limitada por moverme en un círculo de ideología muy cerrado. Y puedo afirmar que existe en el ambiente una sensación de inquietud y desasosiego como hacía mucho tiempo que no se veía. Es cierto que en los peores tiempos de la movilización contra Aznar con el pretexto de la guerra de Irak había sin duda una tensión ambiental superior, que en ocasiones rozaba incluso el riesgo de enfrentamiento físico
hasta entre personas de suyo moderadas. Lo de ahora es distinto.
Esta preocupación está extendida, por supuesto, y entreverada de indignación, entre quienes votaron al Partido Popular. Pero no se limita a la lógica irritación por haber perdido unas elecciones en la forma en que se perdieron. Va más allá, porque el votante popular se siente, desde el primer día de gobierno socialista, literalmente agredido en la práctica totalidad
de sus creencias, costumbres y convicciones. En este sentido, nunca en la historia reciente de España un gobierno había sido tan claramente el gobierno de unos españoles, legislando y actuando contra otros. Nunca en las últimas décadas un gobierno había azuzado tan descaradamente el fantasma de las dos Españas.
Pero es que la inquietud se propaga también, y cada vez de forma más abierta, entre buena parte de quienes, sin ser radicales de izquierda, votaron al PSOE. La vorágine legisladora del gobierno en temas sociales está apabullando a sus propios votantes más próximos al centro, que empiezan a dudar seriamente que el país esté en buenas manos.
Y es que están cumpliéndose los peores presagios, todos sin excepción. Tenemos un gobierno que, en política exterior, ha hecho de la ofensa continua a la única gran potencia mundial su deporte favorito, jaleado por la extrema izquierda que bordea los límites del sistema. Hoy somos un país despreciado por aquellos a los que hemos traicionado y ninguneado por los
demás, pero aplaudido, eso sí, por democracias ejemplares como Venezuela o Marruecos.
En el plano económico, las constantes contradicciones de una serie de ministros manifiestamente desbordados por sus cargos están sembrando primero la incredulidad y luego el pánico entre los agentes económicos.
En el terreno político interno, la desfachatez con que los partidos separatistas sodomizan día sí día también al gobierno de ZP, mientras este sonríe con un rictus que ya solo puede denotar estulticia e incapacidad, está superando ya todos los límites tolerables. Que si España ha de buscarse otro nombre para competir internacionalmente, que si en el Parlamento ¡de Madrid! tienen que usarse las lenguas regionales, que si las placas de las matrículas, que si el homenaje a Companys con la vicepresidenta bajo la bandera republicana, que si Ibarreche alardeando de su prepotencia y mala educación haciéndose de rogar para confirmar si se digna asistir a la reunión de presidentes autonómicos, que si plenos parlamentarios en Cataluña para reprochar al president haber acudido a un desfile "militarista y de imperialismo genocida" (textual), ... Una bofetada detrás de otra, sin que nadie se atreva a decir hasta aquí hemos llegado.
En lo social, ampliación del aborto en proyecto, hasta convertirlo en prácticamente libre y gratuito, "matrimonios" y adopciones homosexuales, células madre, eutanasia, divorcios exprés, legalización masiva de extranjeros, intento de expulsión de la iglesia católica de la enseñanza, e introducción en los programas educativos de materias relacionadas con el
islam,... Y la resurrección de la Guerra Civil como elemento de discordia, 70 años después, condenas morales en parlamentos, revisiones de juicios, remover tumbas, ...
Y la agresión constante al anterior gobierno, hasta el ensañamiento rozando la necrofilia. El insulto, la calumnia y la injuria contra el anterior presidente del gobierno. El asalto al poder judicial para domesticarlo. Y para acabarlo de adornar, apenas seis meses después de entrar en el gobierno, Rodríguez Galindo y Roldán están en la calle, y para evitar que
Vera entre en la cárcel ¡por apropiarse de fondos públicos, no por la lucha antiterrorista!, se solicita un indulto total. Y se anula la ley que penaliza la convocatoria de referendos ilegales y la subvención a partidos disueltos judicialmente.
Es demasiado. Las carcajadas satisfechas de personajes como Puigcercós habrían de bastar para indicarnos que algo, por no decir todo, va muy, pero que muy mal. Cuando los enemigos de España se refocilan de gusto, es que España está en la cuerda floja.
Y todo esto tiene un culpable: un personaje que está donde nunca debiera haber llegado, un indocumentado sin la menor experiencia en la administración del Estado ni en política internacional. Un radical de izquierdas que ni siquiera merece el calificativo romántico de idealista, porque está gobernando deliberadamente contra la mitad de los ciudadanos de
su país. Un personaje mediocre y vacuo que ni siquiera ha sido capaz de sentarse un instante y pensar cómo ha llegado hasta el sillón que ocupa, y de valorar que España no es de extrema izquierda, que no se le votó para eso. Un individuo que ni siquiera es consciente de su propia ignorancia.
Parafraseando un anuncio reciente, "nunca había sido gobernado por un mono con una ballesta, o por un pingüino con dinamita".
Hay que hacer algo.
hasta entre personas de suyo moderadas. Lo de ahora es distinto.
Esta preocupación está extendida, por supuesto, y entreverada de indignación, entre quienes votaron al Partido Popular. Pero no se limita a la lógica irritación por haber perdido unas elecciones en la forma en que se perdieron. Va más allá, porque el votante popular se siente, desde el primer día de gobierno socialista, literalmente agredido en la práctica totalidad
de sus creencias, costumbres y convicciones. En este sentido, nunca en la historia reciente de España un gobierno había sido tan claramente el gobierno de unos españoles, legislando y actuando contra otros. Nunca en las últimas décadas un gobierno había azuzado tan descaradamente el fantasma de las dos Españas.
Pero es que la inquietud se propaga también, y cada vez de forma más abierta, entre buena parte de quienes, sin ser radicales de izquierda, votaron al PSOE. La vorágine legisladora del gobierno en temas sociales está apabullando a sus propios votantes más próximos al centro, que empiezan a dudar seriamente que el país esté en buenas manos.
Y es que están cumpliéndose los peores presagios, todos sin excepción. Tenemos un gobierno que, en política exterior, ha hecho de la ofensa continua a la única gran potencia mundial su deporte favorito, jaleado por la extrema izquierda que bordea los límites del sistema. Hoy somos un país despreciado por aquellos a los que hemos traicionado y ninguneado por los
demás, pero aplaudido, eso sí, por democracias ejemplares como Venezuela o Marruecos.
En el plano económico, las constantes contradicciones de una serie de ministros manifiestamente desbordados por sus cargos están sembrando primero la incredulidad y luego el pánico entre los agentes económicos.
En el terreno político interno, la desfachatez con que los partidos separatistas sodomizan día sí día también al gobierno de ZP, mientras este sonríe con un rictus que ya solo puede denotar estulticia e incapacidad, está superando ya todos los límites tolerables. Que si España ha de buscarse otro nombre para competir internacionalmente, que si en el Parlamento ¡de Madrid! tienen que usarse las lenguas regionales, que si las placas de las matrículas, que si el homenaje a Companys con la vicepresidenta bajo la bandera republicana, que si Ibarreche alardeando de su prepotencia y mala educación haciéndose de rogar para confirmar si se digna asistir a la reunión de presidentes autonómicos, que si plenos parlamentarios en Cataluña para reprochar al president haber acudido a un desfile "militarista y de imperialismo genocida" (textual), ... Una bofetada detrás de otra, sin que nadie se atreva a decir hasta aquí hemos llegado.
En lo social, ampliación del aborto en proyecto, hasta convertirlo en prácticamente libre y gratuito, "matrimonios" y adopciones homosexuales, células madre, eutanasia, divorcios exprés, legalización masiva de extranjeros, intento de expulsión de la iglesia católica de la enseñanza, e introducción en los programas educativos de materias relacionadas con el
islam,... Y la resurrección de la Guerra Civil como elemento de discordia, 70 años después, condenas morales en parlamentos, revisiones de juicios, remover tumbas, ...
Y la agresión constante al anterior gobierno, hasta el ensañamiento rozando la necrofilia. El insulto, la calumnia y la injuria contra el anterior presidente del gobierno. El asalto al poder judicial para domesticarlo. Y para acabarlo de adornar, apenas seis meses después de entrar en el gobierno, Rodríguez Galindo y Roldán están en la calle, y para evitar que
Vera entre en la cárcel ¡por apropiarse de fondos públicos, no por la lucha antiterrorista!, se solicita un indulto total. Y se anula la ley que penaliza la convocatoria de referendos ilegales y la subvención a partidos disueltos judicialmente.
Es demasiado. Las carcajadas satisfechas de personajes como Puigcercós habrían de bastar para indicarnos que algo, por no decir todo, va muy, pero que muy mal. Cuando los enemigos de España se refocilan de gusto, es que España está en la cuerda floja.
Y todo esto tiene un culpable: un personaje que está donde nunca debiera haber llegado, un indocumentado sin la menor experiencia en la administración del Estado ni en política internacional. Un radical de izquierdas que ni siquiera merece el calificativo romántico de idealista, porque está gobernando deliberadamente contra la mitad de los ciudadanos de
su país. Un personaje mediocre y vacuo que ni siquiera ha sido capaz de sentarse un instante y pensar cómo ha llegado hasta el sillón que ocupa, y de valorar que España no es de extrema izquierda, que no se le votó para eso. Un individuo que ni siquiera es consciente de su propia ignorancia.
Parafraseando un anuncio reciente, "nunca había sido gobernado por un mono con una ballesta, o por un pingüino con dinamita".
Hay que hacer algo.
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