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EL CINISMO DE VERA

EL CINISMO DE VERA La carta de Rafael Vera merece ser leída y releída porque en sí misma es un compendio de toda la podredumbre que el felipismo engendró en sus últimos cinco o seis años de gobierno. Lo más impactante del texto no es recordar los delitos que el personaje en cuestión cometió, sino la evidencia de que, pese al tiempo transcurrido y a los avatares padecidos, aún no ha entendido
absolutamente nada.

Leyendo el principio y el final, uno podría pensar que está leyendo la declaración casi póstuma de alguien que está anunciando su suicidio. No parece que ese propósito encaje con el personaje, y no deseo que sea así.

Pero es que si no lo es, ¿a qué este dramático e impúdico exhibicionismo? ¿Se trata de dar lástima? ¿A quién? ¿A sus miserables superiores que permitieron su caída sin dar la cara? Quizá la tesis del suicidio es la que, en su fuero interno, más les confortaría. En cuanto al pueblo llano, dudo que Rafael Vera pueda provocar lástima.

Viene luego una frase que a cualquiera medianamente versado en derecho le produce una enorme inquietud. Dice Vera: "Se reproducen, una vez más, las pautas de los juicios sufridos con anterioridad: la filtración periodística que hace irreversible la condena". Pero, ¿cómo? ¿Es que si no hubiese habido filtración a la prensa, esa condena hubiese podido todavía revertirse? ¿Es que las sentencias dictadas pueden "revertirse" antes de publicarse? ¿Por
qué extraños y siniestros medios?, porque yo soy abogado y solo conozco la vía de los recursos para ello. ¿La hace irreversible el hecho de que ya la conozcamos, porque sería demasiado escandaloso echarla atrás?

Luego sigue un alucinante ejercicio de confesión en toda regla, por eso he comenzado diciendo que Vera no ha entendido nada, vive anclado en "esto a mí no podía pasarme": "Ahora me encuentro con esta acusación: el enriquecimiento personal, la malversación "egoísta", las fincas y, en definitiva, el uso ilícito de los fondos reservados. Pequé de ingenuo,
heredé las prácticas de mis antecesores y me fié de la buena fe de jueces, fiscales y de los asesoramientos jurídicos que solicité. La imposibilidad de contabilizar, y de guardar o de pedir justificantes, me han llevado a esta situación. Aquellos que lo conocen, los que manejaron y dispusieron de esos fondos en todas las instituciones del Estado, con el PSOE en el Gobierno y en épocas anteriores, que den la cara.

No me he apropiado de cantidad alguna de los fondos reservados que no fuese para asuntos relacionados con mi seguridad, como en muchos otros casos, y siempre con conocimiento y autorización de todos mis superiores. Los que cobraron, y tenían responsabilidades en el ámbito de la Justicia, en la Intervención General del Estado, en los servicios jurídicos y algunos miembros de la fiscalía y de la judicatura, debían haberme advertido de la
ilegalidad de ese cobro, pero se callaron y pidieron más.

¿Se trata de la cantidad, o el delito es el mismo independientemente de lo percibido? ¿Qué diferencia existe entre "gratificación" y "sobresueldo"? ¿Si cobraron, y no conocían el origen del dinero, por qué no preguntaron? ¿Acaso declararon en Hacienda el ingreso para desembolsar, a continuación, el consiguiente descuento? Me repugna seguir con este punto y decido abandonarlo: no tengo apego alguno al dinero y no quiero señalar a nadie con
nombres y apellidos, el daño ya está consumado".

Perdonad la larga cita, pero es imprescindible. Si está reconociendo todo cuanto hizo, ¿a qué tanta proclama de dignidad, inocencia y caballerosidad? No cabe un mayor y más explícito reconocimiento de culpa: "todos lo hacían, pregunté y me dijeron que no pasaba nada".

"Quiero dedicar algunas líneas a los que me sirvieron lealmente, no a mi persona, sino a lo que representaba: al nuevo Estado de derecho", sigue diciendo el condenado. ¡El nuevo Estado de derecho! ¿El de los GAL, el de la cal viva, el de Roldán, Rubio, la directora del BOE, Corcuera, Barrionuevo, Sancristóbal, ése es el nuevo estado de derecho de Vera? No, era el de
Míster X.

Luego pide disculpas "a los compañeros que no han entendido lo que pasó en aquellos años o en los inmediatamente posteriores". Un incomprendido. Qué lástima.

Y broche de oro: "Espero la orden de ejecución de la sentencia para tomar una última decisión en este largo y agotador proceso político-jurídico. Han sido veintidós años de esfuerzo, de entrega y de sacrificio, y también de errores: esa decisión podría ser uno de ellos". Primera conclusión clara: aún espera una orden que evite su ingreso en prisión. De hecho, la está
pidiendo a gritos a quien corresponda. Segunda conclusión, descartada la del suicidio: ¿contará la verdad si lo mandan a la cárcel nuevamente? ¿Podremos finalmente subir un peldaño, el peldaño, en la escala de corrupción que caracterizó la era felipista? ¿O bajaremos uno más en la indignidad de quienes nos gobiernan y Vera tendrá su indulto in extremis?

Patético personaje. Sobre todo, porque absolutamente toda su argumentación trasluce la convicción de impunidad en que se movían los facinerosos que protagonizaron la última etapa del felipismo, algunos de cuyos vestigios, y no poco importantes, continúan como ideólogos del actual gobierno.

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