EL ASALARIADO
Rodríguez es un hombre del pueblo. Rodríguez tiene mentalidad y espíritu de obrero asalariado. Es eso lo que le permite estar en permanente conexión, en comunión casi espiritual con el pueblo soberano. Hay que cultivar los tics proletarios para que no pueda parecer que el poder aleja a nuestro hombre del pueblo.
Claro, lo del incendio de Guadalajara fue un tropiezo grave. Maldita sea, resulta que Rodríguez estaba en la ópera, afición burguesa donde las haya. Sonsoles le había llevado a escuchar La Flauta Mágica, quién sabe si incluso vestido de smoking. Nada hay más demoledor para un líder socialista que el hecho de que una emergencia le pille en la ópera. Bueno, tal vez en el golf... Pero la ópera es grave. El pueblo soberano no entiende que, de pronto, al llegar al poder, uno visite los centros de la sociedad burguesa que antes tan solo había visto con sonrisa bobalicona desde fuera. Aclaro: los sigue viendo con sonrisa bobalicona, pero ahora desde dentro.
Así que sus asesores debieron exigirle un gesto que le devolviese la estima del obrerismo. "Compañero Presidente, ya lo tengo", debió anunciar exultante Pepiño Blanco. "¿Qué hay más sagrado para el currante que las vacaciones? Pues nada: si has tenido que interrumpir las tuyas durante dos o tres días a causa de esa tragedia afgana, has de reclamar tu derecho a recuperar los días de descanso perdidos. Prolonga tus vacaciones hasta alcanzar los reglamentarios 30 días que debe establecer sin duda el convenio colectivo de presidentes de gobierno. Así la clase obrera te percibirá como uno de los tuyos. Oye, y que además te lo tienes ganado, qué caramba".
Y así es como Rodríguez reivindicó el carácter obrero de su puesto de trabajo: recuperando convenio en mano los días de vacaciones perdidos a causa de unos inoportunos golpes de viento. Eso sí: en la residencia de lujo de La Mareta, en Lanzarote, que el cargo tiene estos sacrificios.
Claro, lo del incendio de Guadalajara fue un tropiezo grave. Maldita sea, resulta que Rodríguez estaba en la ópera, afición burguesa donde las haya. Sonsoles le había llevado a escuchar La Flauta Mágica, quién sabe si incluso vestido de smoking. Nada hay más demoledor para un líder socialista que el hecho de que una emergencia le pille en la ópera. Bueno, tal vez en el golf... Pero la ópera es grave. El pueblo soberano no entiende que, de pronto, al llegar al poder, uno visite los centros de la sociedad burguesa que antes tan solo había visto con sonrisa bobalicona desde fuera. Aclaro: los sigue viendo con sonrisa bobalicona, pero ahora desde dentro.
Así que sus asesores debieron exigirle un gesto que le devolviese la estima del obrerismo. "Compañero Presidente, ya lo tengo", debió anunciar exultante Pepiño Blanco. "¿Qué hay más sagrado para el currante que las vacaciones? Pues nada: si has tenido que interrumpir las tuyas durante dos o tres días a causa de esa tragedia afgana, has de reclamar tu derecho a recuperar los días de descanso perdidos. Prolonga tus vacaciones hasta alcanzar los reglamentarios 30 días que debe establecer sin duda el convenio colectivo de presidentes de gobierno. Así la clase obrera te percibirá como uno de los tuyos. Oye, y que además te lo tienes ganado, qué caramba".
Y así es como Rodríguez reivindicó el carácter obrero de su puesto de trabajo: recuperando convenio en mano los días de vacaciones perdidos a causa de unos inoportunos golpes de viento. Eso sí: en la residencia de lujo de La Mareta, en Lanzarote, que el cargo tiene estos sacrificios.
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