COMISIÓN DE INVESTIGACIÓN
Se acerca el final de la Comisión del 11-M. Ha tenido buen cuidado el Gobierno al establecer el calendario de que su cierre coincida con el inicio del período vacacional. Así, resulta que los últimos en intervenir serán, según parece, el ministro del Interior Sr. Alonso y el Sr. Pérez Rubalcaba. Ellos pondrán el colofón, ellos dirán la última palabra y, al día siguiente, todos de vacaciones. La respuesta del PP a ese titular de cierre quedará perdida en el limbo veraniego.
La Comisión ha sido una trampa para elefantes en la que el único elefante era el PP. Y aún hay que admitir que ha salido razonablemente mejor de lo que era previsible. Teniendo en cuenta que el PSOE dosificaba los documentos y la información, que la mayoría de PSOE y nacionalistas decidía quién comparecía y quién no, que los altos cargos de Interior preparaban sus comparecencias en la sede socialista, que el vicepresidente de la Comisión llamaba a algún testigo para darle ánimos, que los medios de PRISA ofrecían una versión de lo declarado que sólo estaba orientada a respaldar la nueva verdad oficial, que los diputados del PP elegidos para formar parte de la Comisión no eran precisamente émulos de Perry Mason,... Bien, teniendo en cuenta todo esto, el resultado no está siendo todo lo catastrófico que podía esperarse.
Y eso nos lleva por fuerza a una conclusión: si pese a tal adversidad de medios se ha conseguido evidenciar una cantidad asombrosa de dudas razonables, ¿qué es lo que se esconde realmente detrás del 11-M?
Entiendo que había sobre la mesa los siguientes temas capitales:
1.¿Actuó ilegítimamente la oposición de izquierdas en los últimos días de campaña y en la jornada de reflexión?
2.¿Pudo evitarse el atentado?
3.¿Mintió el Gobierno del Sr. Aznar ocultando a sabiendas la autoría islámica?
Estas eran según mi criterio las preguntas básicas, que luego se ramifican en otras muchas. No pienso que fuese función de la Comisión determinar quién cometió el atentado, porque para eso hay un sumario abierto en la Audiencia Nacional.
Olvidémonos ya de entrada de la primera pregunta: de eso no se va a hablar en la Comisión, y es una cuestión por otra parte cuya valoración, sean cuáles sean los hechos ciertos, diferiría radicalmente según la ideología de quien los evalúe. O sea, que aunque se acreditase que la izquierda se movilizó el 13-M de forma no espontánea, sus militantes lo considerarían plenamente legítimo. Discusión estéril, por tanto.
A la segunda pregunta cabe dar dos respuestas: hubo importantes negligencias policiales, hubo soberanos despistes de unos servicios de información que deben tener su sede en la comarca de Babia, pero por otra parte hay que concluir que, no siendo el atentado obra de Al Qaeda, sino de un extrañísimo grupo aparentemente autónomo, no cabría atribuir al Gobierno desidia en la valoración del riesgo que indudablemente implicaba nuestro decidido alineamiento con la coalición mundial contra el terrorismo. Es decir, que el atentado se podía haber evitado por casualidad si una panda de policías de ocupación más que dudosa hubiesen sido capaces de sumar dos más dos y llegar a la conclusión de que son cuatro. Pero no parece que esa información estuviese al alcance de los servicios de inteligencia ni de altos cargos de Seguridad.
Y la tercera pregunta es la madre del cordero. Como en las películas americanas, existe la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Y ni tan siquiera eso es tan sencillo, porque uno considera que es verdad aquello que conoce en función de la información que recibe.
Así, nos encontraremos con que los diferentes partidos valorarán de manera distinta esa verdad. ¿Dijo el Sr. Acebes la verdad? No, si entendemos como tal la realidad que luego se ha demostrado: que no había sido ETA. Sí, si partimos de la base de lo que sabía en aquel momento. Y esa es la base de todo: a nadie puede exigírsele decir la verdad si no la conoce. Es decir: no dijo la verdad porque la desconocía, pero no mintió. Y no olvidemos que la gran acusación de la izquierda fue España se merece un gobierno que no le mienta.
De ahí se deriva la siguiente cuestión: ¿por qué no conocía el gobierno la verdad? Es probable que en los primeros momentos actuase cegado por los acontecimientos, pero no olvidemos que el propio Ibarreche fue el primero en salir en televisión acusando a los terroristas vascos. Pero luego, ¿recibió el ministro del Interior toda la información? ¿recibió más y mejor información el PSOE? Y ahí es donde el PSOE puede haber quedado atrapado en su propia trampa. Porque el votante del PP no necesita que le convenzan de que su Gobierno no le mintió. Pero hay un importante bloque de gentes que votaron al PSOE impulsados por el 11 M y días posteriores, que están descubriendo tanta manipulación y tanta ocultación que se están cuestionando lo acertado de su decisión.
Hagamos un somero repaso de curiosidades y casualidades: ETA había intentado atentar con una cadena de mochilas bomba. ETA cometió ya atentados indiscriminados, por ejemplo en Hipercor. Josu Ternera anunció a un interlocutor estos españoles se van a enterar de lo que somos capaces apenas un mes antes del atentado. ETA intentó introducir dinamita en Madrid en grandes cantidades en fecha reciente. Ese envío, que se interceptó, salió el mismo día que el de los islamistas, por ruta diferente. Ambos trayectos confluían en Morata de Tajuña, sede de la base operativa de los islamistas. Ibarreche corrió a la televisión a condenar a ETA sobre las 11 de la mañana del 11 M. Carod y Otegi estaban tan preocupados por lo sucedido que hicieron planes en común. El portero de la calle Alcalá recuerda súbitamente que, ya a primerísima hora de la mañana, alguien le habló de los islamistas. Al susodicho le llama, antes de la comparecencia, el vicepresidente socialista de la Comisión. Los dos jefes policiales que han preparado su declaración en la sede socialista son los únicos que han ascendido tras el cambio de gobierno. El PP no ha vetado ni a un solo testigo. El PSOE sí lo ha hecho, y además ha presentado algunos, como el presunto forense, que se ha demostrado que no tenían nada que ver con la cuestión. Hay quienes descartan totalmente cualquier vinculación ETA terrorismo islámico, y son voces cualificadas (Garzón). Pero hay quienes defienden, con igual cualificación, lo contrario (Fungairiño). Por no entrar ya en si alguien dijo Titadyne o dinamita, que quizá es lo de menos en el fragor del combate.
Bien. A la vista de todo ello, ¿cabe concluir que el Gobierno del Sr. Aznar mintió? No, a mi modo de ver. Puede imputársele, eso sí, ineptitud en la organización y funcionamiento de los servicios de seguridad, que llevaban ocho años bajo su mandato. Y esa ya es una grave responsabilidad.
Pero tal y como se planteaba la comisión, ya es mucho que se llegue a la conclusión de que no mintió. Y ahí hay que darle un mérito muy especial al Sr. Acebes, que en su comparecencia demostró una entereza y una solidez admirables. Nadie mínimamente honesto puede salir de la sesión de ayer sosteniendo que el Gobierno del PP mintió. Nadie aguanta diez horas de interrogatorio hostil sin caer en contradicciones, si está mintiendo. Y prueba de ello es que hoy, incluso los periodistas más adversos admiten la postura coherente del Sr. Acebes y se abstienen de hacerle una critica feroz: no pueden.
Si el PSOE esperaba una auténtica orgía de sangre a costa del PP, un verdadero linchamiento público, no puede estar satisfecho. Por el contrario, su actitud de vetar a ciertos comparecientes y de traer a otros absolutamente impresentables le pone en evidencia. El PP ha demostrado algo muy importante: voluntad de esclarecimiento. El PSOE solo ha mostrado deseo de masacrar al PP y a Aznar.
Pero, relativamente a salvo el honor del PP, se cierra la Comisión y sigue quedando en el aire la pregunta trascendental que ayer hizo el Sr. Acebes: quién es el autor intelectual de la matanza, quién decidió cuándo dar ese golpe para derribar un gobierno. Ahora las tornas han cambiado: los que tras el 11 M clamaban queremos saber parece que han visto milagrosamente colmada su curiosidad. Sustituyámosles: ahora somos nosotros quienes queremos saber qué hay detrás del 11 M. Nadie puede creer que siete inmigrantes marroquíes indocumentados organicen esa masacre, y sus consecuencias. Hoy más que nunca, queremos saber qué conexiones se ocultan tras esos títeres que se reventaron en Leganés. ¿Comparte el Gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero esa inquietud con los ciudadanos?
La Comisión ha sido una trampa para elefantes en la que el único elefante era el PP. Y aún hay que admitir que ha salido razonablemente mejor de lo que era previsible. Teniendo en cuenta que el PSOE dosificaba los documentos y la información, que la mayoría de PSOE y nacionalistas decidía quién comparecía y quién no, que los altos cargos de Interior preparaban sus comparecencias en la sede socialista, que el vicepresidente de la Comisión llamaba a algún testigo para darle ánimos, que los medios de PRISA ofrecían una versión de lo declarado que sólo estaba orientada a respaldar la nueva verdad oficial, que los diputados del PP elegidos para formar parte de la Comisión no eran precisamente émulos de Perry Mason,... Bien, teniendo en cuenta todo esto, el resultado no está siendo todo lo catastrófico que podía esperarse.
Y eso nos lleva por fuerza a una conclusión: si pese a tal adversidad de medios se ha conseguido evidenciar una cantidad asombrosa de dudas razonables, ¿qué es lo que se esconde realmente detrás del 11-M?
Entiendo que había sobre la mesa los siguientes temas capitales:
1.¿Actuó ilegítimamente la oposición de izquierdas en los últimos días de campaña y en la jornada de reflexión?
2.¿Pudo evitarse el atentado?
3.¿Mintió el Gobierno del Sr. Aznar ocultando a sabiendas la autoría islámica?
Estas eran según mi criterio las preguntas básicas, que luego se ramifican en otras muchas. No pienso que fuese función de la Comisión determinar quién cometió el atentado, porque para eso hay un sumario abierto en la Audiencia Nacional.
Olvidémonos ya de entrada de la primera pregunta: de eso no se va a hablar en la Comisión, y es una cuestión por otra parte cuya valoración, sean cuáles sean los hechos ciertos, diferiría radicalmente según la ideología de quien los evalúe. O sea, que aunque se acreditase que la izquierda se movilizó el 13-M de forma no espontánea, sus militantes lo considerarían plenamente legítimo. Discusión estéril, por tanto.
A la segunda pregunta cabe dar dos respuestas: hubo importantes negligencias policiales, hubo soberanos despistes de unos servicios de información que deben tener su sede en la comarca de Babia, pero por otra parte hay que concluir que, no siendo el atentado obra de Al Qaeda, sino de un extrañísimo grupo aparentemente autónomo, no cabría atribuir al Gobierno desidia en la valoración del riesgo que indudablemente implicaba nuestro decidido alineamiento con la coalición mundial contra el terrorismo. Es decir, que el atentado se podía haber evitado por casualidad si una panda de policías de ocupación más que dudosa hubiesen sido capaces de sumar dos más dos y llegar a la conclusión de que son cuatro. Pero no parece que esa información estuviese al alcance de los servicios de inteligencia ni de altos cargos de Seguridad.
Y la tercera pregunta es la madre del cordero. Como en las películas americanas, existe la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Y ni tan siquiera eso es tan sencillo, porque uno considera que es verdad aquello que conoce en función de la información que recibe.
Así, nos encontraremos con que los diferentes partidos valorarán de manera distinta esa verdad. ¿Dijo el Sr. Acebes la verdad? No, si entendemos como tal la realidad que luego se ha demostrado: que no había sido ETA. Sí, si partimos de la base de lo que sabía en aquel momento. Y esa es la base de todo: a nadie puede exigírsele decir la verdad si no la conoce. Es decir: no dijo la verdad porque la desconocía, pero no mintió. Y no olvidemos que la gran acusación de la izquierda fue España se merece un gobierno que no le mienta.
De ahí se deriva la siguiente cuestión: ¿por qué no conocía el gobierno la verdad? Es probable que en los primeros momentos actuase cegado por los acontecimientos, pero no olvidemos que el propio Ibarreche fue el primero en salir en televisión acusando a los terroristas vascos. Pero luego, ¿recibió el ministro del Interior toda la información? ¿recibió más y mejor información el PSOE? Y ahí es donde el PSOE puede haber quedado atrapado en su propia trampa. Porque el votante del PP no necesita que le convenzan de que su Gobierno no le mintió. Pero hay un importante bloque de gentes que votaron al PSOE impulsados por el 11 M y días posteriores, que están descubriendo tanta manipulación y tanta ocultación que se están cuestionando lo acertado de su decisión.
Hagamos un somero repaso de curiosidades y casualidades: ETA había intentado atentar con una cadena de mochilas bomba. ETA cometió ya atentados indiscriminados, por ejemplo en Hipercor. Josu Ternera anunció a un interlocutor estos españoles se van a enterar de lo que somos capaces apenas un mes antes del atentado. ETA intentó introducir dinamita en Madrid en grandes cantidades en fecha reciente. Ese envío, que se interceptó, salió el mismo día que el de los islamistas, por ruta diferente. Ambos trayectos confluían en Morata de Tajuña, sede de la base operativa de los islamistas. Ibarreche corrió a la televisión a condenar a ETA sobre las 11 de la mañana del 11 M. Carod y Otegi estaban tan preocupados por lo sucedido que hicieron planes en común. El portero de la calle Alcalá recuerda súbitamente que, ya a primerísima hora de la mañana, alguien le habló de los islamistas. Al susodicho le llama, antes de la comparecencia, el vicepresidente socialista de la Comisión. Los dos jefes policiales que han preparado su declaración en la sede socialista son los únicos que han ascendido tras el cambio de gobierno. El PP no ha vetado ni a un solo testigo. El PSOE sí lo ha hecho, y además ha presentado algunos, como el presunto forense, que se ha demostrado que no tenían nada que ver con la cuestión. Hay quienes descartan totalmente cualquier vinculación ETA terrorismo islámico, y son voces cualificadas (Garzón). Pero hay quienes defienden, con igual cualificación, lo contrario (Fungairiño). Por no entrar ya en si alguien dijo Titadyne o dinamita, que quizá es lo de menos en el fragor del combate.
Bien. A la vista de todo ello, ¿cabe concluir que el Gobierno del Sr. Aznar mintió? No, a mi modo de ver. Puede imputársele, eso sí, ineptitud en la organización y funcionamiento de los servicios de seguridad, que llevaban ocho años bajo su mandato. Y esa ya es una grave responsabilidad.
Pero tal y como se planteaba la comisión, ya es mucho que se llegue a la conclusión de que no mintió. Y ahí hay que darle un mérito muy especial al Sr. Acebes, que en su comparecencia demostró una entereza y una solidez admirables. Nadie mínimamente honesto puede salir de la sesión de ayer sosteniendo que el Gobierno del PP mintió. Nadie aguanta diez horas de interrogatorio hostil sin caer en contradicciones, si está mintiendo. Y prueba de ello es que hoy, incluso los periodistas más adversos admiten la postura coherente del Sr. Acebes y se abstienen de hacerle una critica feroz: no pueden.
Si el PSOE esperaba una auténtica orgía de sangre a costa del PP, un verdadero linchamiento público, no puede estar satisfecho. Por el contrario, su actitud de vetar a ciertos comparecientes y de traer a otros absolutamente impresentables le pone en evidencia. El PP ha demostrado algo muy importante: voluntad de esclarecimiento. El PSOE solo ha mostrado deseo de masacrar al PP y a Aznar.
Pero, relativamente a salvo el honor del PP, se cierra la Comisión y sigue quedando en el aire la pregunta trascendental que ayer hizo el Sr. Acebes: quién es el autor intelectual de la matanza, quién decidió cuándo dar ese golpe para derribar un gobierno. Ahora las tornas han cambiado: los que tras el 11 M clamaban queremos saber parece que han visto milagrosamente colmada su curiosidad. Sustituyámosles: ahora somos nosotros quienes queremos saber qué hay detrás del 11 M. Nadie puede creer que siete inmigrantes marroquíes indocumentados organicen esa masacre, y sus consecuencias. Hoy más que nunca, queremos saber qué conexiones se ocultan tras esos títeres que se reventaron en Leganés. ¿Comparte el Gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero esa inquietud con los ciudadanos?
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