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FORO LIBER@L

LAS RAZONES DE TRES MILLONES

Desde hace más de una semana se viene debatiendo en diferentes medios sobre la cifra de descenso de espectadores en las películas españolas. Aunque la cifra ha sido cuestionada en determinados círculos, que aconsejan esperar a las estadísticas del Ministerio de Cultura, ha hecho fortuna por su rotundidad y ya todo el mundo la asume.

Como aficionado al cine no me causa extrañeza y como ciudadano que paga impuestos me escandalizo porque los poderes públicos en afán “progre” están utilizando mi dinero en financiar bodrios y panfletos, que en algunos casos no consiguen cautivar más que a unas pocas docenas de espectadores de pago. Por cierto ¿no deberían hacer grandes colas en los cines semiclandestinos donde se proyectan tan conspicuos filmes los miles de “militantes” que jalean a tan patéticos “autores”? (jalear es gratis, claro). Creo que hay muchos más y urgentes proyectos en los que invertir el dinero de los impuestos.

Pero es que mirarse el ombligo y estar tan encantado de haberse conocido siguiendo el modelo ZP parece que es la principal ocupación de nuestros cineastas, no el realizar películas dignas que transmitan valores, sino al contrario, resaltar los valores más viles o groseros, cuando no decididamente sectarios. Como lo ejemplifica uno de los más enaltecidos “progres” de nuestra cutre galaxia cinematográfica.

He tenido la oportunidad, y el placer, de contemplar una sencilla y maravillosa obra cinematográfica recientemente estrenada. Se trata de “Los chicos del coro”, coproducción franco-suiza de 2004, dirigida por Christophe Barratier. Una pequeña obra maestra, donde se narra sin recurrir a truculencias ni a concesiones sórdidas una historia que transcurre en un internado de chicos problemáticos o huérfanos, en la Francia de la post guerra.

La inmediata comparación que se puede establecer entre el tratamiento de su núcleo temático con el de la película “La mala educación” hacen perfectamente descriptibles las posibles razones de los citados tres millones de espectadores “desertores” y las de los varios millones más que ni siquiera se han acercado en los últimos tiempos a las salas donde se proyectaban películas españolas.

Sensibilidad frente a zafiedad. Ternura frente a crudeza gratuita. Amor frente a sexo sucio – y homosexual. Esperanza frente a fatalismo y, sobre todo, una narración cinematográfica naturalista, impecable y magistralmente dirigida e interpretada. Y no estamos hablando del “denostado” cine americano sino de una cultura tan próxima que está al otro lado de nuestra frontera.

Si un parecido tema y escenario es “interpretado” de forma tan radical por un lado y tan emocionadamente por otro ¿cómo elegir lo peor si podemos disfrutar lo mejor? A una la dejé decepcionado y asqueado hacia la mitad, no me era posible identificarme con lo que pretendía hacer pasar como lo habitual en determinados tiempos. De la otra he terminado leyendo hasta el último rótulo de los títulos de crédito, con los ojos humedecidos.

No necesito explicar que soy uno de los tres millones.

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