GANARÉ LA APUESTA
Todo avanza inexorablemente. El tema del indulto a Vera empieza a coincidir sospechosamente en el tiempo con unos golpes decisivos a la estructura de ETA, con un llamamiento de jefes históricos de la banda al abandono de las armas, con el coro entusiasta del PNV y sus acólitos. ETA al borde de la desaparición, pidiendo árnica y manteniendo de facto una tregua que no es tal, sino simple incapacidad de hacer daño.
La política implacable de los gobiernos del PP ha conseguido acorralar a la banda terrorista. "No es posible una solución exclusivamente policial o judicial", clamaban los nacionalistas, expresando más un deseo que una realidad. Pues mira por dónde, sí ha sido posible. Aznar ha llevado a ETA, la ETA que quiso matarlo, a la debacle. Sin que eso signifique que el problema separatista se haya solucionado, antes al contrario: los
nacionalistas que, como imbéciles, seguimos llamando moderados se han lanzado al monte a la caza de ese voto joven y radical, y las cosas son ahora bastante peores que antes en ese terreno. Pero ETA está prácticamente desintegrada: antes se nutría constantemente de jóvenes, pero últimamente éstos ya son detenidos antes incluso de aprender cómo se le quita el seguro
a una pistola.
Y ya sabemos cuál es la vieja canción de los separatistas: sin muertos todo se puede arreglar, la sociedad vasca y española sabrá ser generosa. Pues es el momento: ETA se disuelve y cambiamos cromos. Yo te doy sin protestar demasiado un Vera, un Rodríguez Galindo, un Sancristóbal y un par de segundones, y tú me los cambias por un Ternera, un Antza y algunos otros. Me entierras el proceso a Atucha y me los acercas todos al País Vasco, les
vamos concediendo terceros grados y, a poco que se descuiden estos gilipollas de la COPE o de La Razón, nuestros valientes gudaris estarán pronto en casa.
No preocuparse, muchachos: ya os colocaremos en la universidad, o en la administración, o en la cooperativa Mondragón, o en cualquier empresa pública vasca. A recuperar los años de cotización a la Seguridad Social perdidos, que os vais haciendo mayores. Y en un par o tres de años, os integráis en las listas electorales. Y con un poco de suerte, como represaliados políticos, hasta os conseguiremos una pensión vitalicia.
Perdón, ¿y los muertos?, preguntará algún provocador desde la platea. Las grandes causas siempre tienen precios. Para alcanzar la mayor gloria de Euskadi ha habido que causar algunos daños colaterales. Además, algo habrían hecho si les mataron. Y si no, al tiempo, que en los libros de historia de las ikastolas ya quedará todo escrito negro sobre blanco, para memoria de generaciones venideras.
La política implacable de los gobiernos del PP ha conseguido acorralar a la banda terrorista. "No es posible una solución exclusivamente policial o judicial", clamaban los nacionalistas, expresando más un deseo que una realidad. Pues mira por dónde, sí ha sido posible. Aznar ha llevado a ETA, la ETA que quiso matarlo, a la debacle. Sin que eso signifique que el problema separatista se haya solucionado, antes al contrario: los
nacionalistas que, como imbéciles, seguimos llamando moderados se han lanzado al monte a la caza de ese voto joven y radical, y las cosas son ahora bastante peores que antes en ese terreno. Pero ETA está prácticamente desintegrada: antes se nutría constantemente de jóvenes, pero últimamente éstos ya son detenidos antes incluso de aprender cómo se le quita el seguro
a una pistola.
Y ya sabemos cuál es la vieja canción de los separatistas: sin muertos todo se puede arreglar, la sociedad vasca y española sabrá ser generosa. Pues es el momento: ETA se disuelve y cambiamos cromos. Yo te doy sin protestar demasiado un Vera, un Rodríguez Galindo, un Sancristóbal y un par de segundones, y tú me los cambias por un Ternera, un Antza y algunos otros. Me entierras el proceso a Atucha y me los acercas todos al País Vasco, les
vamos concediendo terceros grados y, a poco que se descuiden estos gilipollas de la COPE o de La Razón, nuestros valientes gudaris estarán pronto en casa.
No preocuparse, muchachos: ya os colocaremos en la universidad, o en la administración, o en la cooperativa Mondragón, o en cualquier empresa pública vasca. A recuperar los años de cotización a la Seguridad Social perdidos, que os vais haciendo mayores. Y en un par o tres de años, os integráis en las listas electorales. Y con un poco de suerte, como represaliados políticos, hasta os conseguiremos una pensión vitalicia.
Perdón, ¿y los muertos?, preguntará algún provocador desde la platea. Las grandes causas siempre tienen precios. Para alcanzar la mayor gloria de Euskadi ha habido que causar algunos daños colaterales. Además, algo habrían hecho si les mataron. Y si no, al tiempo, que en los libros de historia de las ikastolas ya quedará todo escrito negro sobre blanco, para memoria de generaciones venideras.
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